TE ADORAMOS REY NUESTRO
El Espíritu Santo revolotea por la creación, por la historia y el tiempo, y en un momento se posa sobre un alma, sobre un hombre que incansablemente lo busca: José Gras ¿Qué quieres que haga?.
Y con la fuerza y la luz recibida confirma sus pensamientos, sus deseos, el ideal que anhelaba: hacer reinar a Cristo en el corazón de los hombres, en sus almas.
Aquí, en el lugar que ahora pisamos, planta su tienda abierta a todo el que pasa para alabar, adorar a Cristo y enseñarnos a amar al Rey que conquistó su todo y su nada.
Y así nos fundó, y así puso al servicio del Reino unas Hijas, una familia que transita la vida en sus jornadas.
Señor y Rey nuestro, Jesús, al alborear el día nos acercamos a ti con corazón y vida agradecida.
Tú lo sabes, pero nosotras te lo contamos: llevamos días con la mochila al hombro, peregrinando por la realidad de ésta tu obra, nuestro Instituto.
En este tramo del camino, las negras sombras que han surgido se van difuminando por la irrupción de las luces que asoman en la encrucijada del sendero. Las traen otros caminantes que, contagiados, se entusiasman contigo y con los valores del Reino.
¿Cómo no alabarte y adorarte, Señor, si eres el Camino que da sentido a nuestros pasos, que pone horizonte al caminar, aún en el cansancio? ¿Cómo no darte gracias por esos hombres y mujeres que comparten nuestros anhelos, que no quisiéramos que fueran otros que los de verte reinar en los hombres de nuestro tiempo?
Abre, Señor, nuestros corazones al amor gratuito y, a la vez, tierno para que te encuentren a ti en nuestra acogida, respeto y consuelo los que, como hijos tuyos, son apartados de los bienes de la tierra, negados por los que tenían que ser sus hermanos predilectos.
Abre, Señor, nuestras mentes, ilumina nuestro entendimiento para poder discernir lo que podemos ofrecer y hacer para seguir dando vida a nuestras comunidades, a nuestras obras, generando horizontes nuevos.
Te adoramos, Señor, en el silencio de nuestro corazón.