Desde el Gobierno General, una nueva riqueza a recibir: Las jornadas “Acompañando en la fragilidad de nuestras hermanas”, celebrada el 13 de noviembre y animada por Mª Rosa Abad, hermana Hospitalaria, Mª Rosa nos llenó el corazón desde su experiencia y dejó en nosotras proyectos de cambio y luces para mejorar a nivel personal y comunitario en este ámbito.
Día intenso, de apertura de horizonte mental y afectivo, en el que se nos aclararon conceptos básicos y actitudes de abnegación basadas en la comprensión y el cariño. Podría resumir diciendo que “tenemos una enorme responsabilidad en nuestra mirada”. Mirar reconociendo por el nombre y parar el ritmo acelerado que llevamos cuando nos encontramos con una hermana, puede ayudarnos a detectar en ella cierto “DETERIORO COGNITIVO” (que no es más que ciertas pérdidas de memoria) sobre el que poder trabajar y evitar así que llegue a ser “DEMENCIA” (en esta etapa ya la persona se vería limitada en memoria, pensamiento y habilidades sociales, llegando a incapacitarla totalmente para las actividades básicas de la vida). ¡Menuda responsabilidad tenemos en aquello que vemos!
En este tipo de acompañamiento, siempre hemos de tener presente la pregunta: ¿Cómo quisiera que me trataran a mí? Aunque una hermana se comporte como una niña, debemos tratarla como adulta. La “hermana” debe estar siempre por encima del problema, su dignidad como persona es sagrada. Ante esto, Mª Rosa puso mucho énfasis en las cualidades necesarias para acompañar en la fragilidad de las hermanas enfermas, pues no vale la mera “buena voluntad”, lo cual supone un salto de honestidad personal. Para cuidar hace falta:
Compasión en el sentido de “CON – PASIÓN”.
COMPETENCIA: Formarse para saber hacer.
CONFIDENCIALIDAD: Respeto de la intimidad y que lo confiado no sea objeto de exhibición.
CONFIANZA.
Todo esto sin olvidar que para poder cuidar primero hay que cuidarse. La salud física, emocional y mental en la hermana que cuida es de vital importancia. Una persona que no se cuida difícilmente podrá cuidar. Los cuidados tienen que ver con el uso del tiempo libre en beneficio personal (pasear, leer un libro, ejercicio físico, ver una puesta de sol, quedar con personas queridas…). Nuestras hermanas más frágiles necesitan la presencia de hermanas, pero presencias calmadas, que toquen y dignifiquen, que les haga sentir que existen, que les transmitan cariño y que las desconecten del silencio mental y de vacío que pueden tener.
“La vejez es la única cosa que llega sin tener que esforzarnos”, decía Cicerón, pero sí hay que esforzarse para lograr vivirla de manera tan adecuada que al llegar a ella, cuando nos pregunten: ¿Qué profesión tienes?, podamos decir: FELIZ.
Que esta etapa de la vida tan sagrada sea, para todas nosotras, una prioridad aunque la sociedad la tenga descartada y que la formación en todo ello esté presente desde los inicios. Dios nos tiene que bendecir por tanto bien que buscamos con nuestras hermanas.
Pili Vargas, HCR