Hace 50 años que me inicié en este camino apasionante de seguimiento de Jesús como Hija de Cristo Rey y mi alforja está llena de motivos para dar gracias a Dios por el bien recibido a lo largo, no solo de estos 50 años, sino de toda mi vida; un cúmulo de experiencias imposible de transmitir en un momento de las que tomaré algunas pinceladas:
Quiero darte infinitas gracias Señor por la vida, gracias por mis padres, por el milagro de existir, por haber nacido en el seno de una familia entrañable, trabajadora y sencilla; defensora de la justicia, de la libertad, de la igualdad. Que supo de lucha y de sacrificio para lograr los sueños gestados en el amor y por enseñarme desde niña, con tantos gestos y pequeños detalles…, a ir perfilando uno de los altos valores del Evangelio, el valor de la fraternidad.
Son muchos los bellos recuerdos de la infancia compartida con mis hermanas. Hoy, tan solo quiero recordar algunas vivencias de aquellas tardes de invierno cuando papá nos narraba, como si fuese un cuento, el arriesgado trabajo que tenía en Aldea Dávila. Viene a mí el recuerdo entrañable de aquellos momentos compartidas con mamá cuando preparaba la hornada de pan y mientras se cocía la sabrosa torta de “roxós” nos llenaba el corazón de esperanzas y sueños para la vida. Recuerdo aquellas risas, cuando en los días de lluvia, jugábamos chapoteando el agua con nuestras katiuskas, confiadas en el calor que encontraríamos al llegar a casa con el agua caliente en la palangana preparada por mamá y los calcetines de lana tejidos por la abuela.
Gracias Dios mío, por tantas experiencias entrañables de mi infancia, por tanta vida compartida con mis hermanas al calor de nuestros padres, por tantos gestos que nos ayudaron a tejer poco a poco nuestro crecimiento como mujeres sencillas y humanas.
Como no darte gracias Señor, por haber nacido conectada a esta tierra hermosa “da nosa” Galicia, por ese rincón de Viveiro “O Pombal” como atalaya abierta al horizonte de nuestro mar cantábrico y al mismo tiempo refugio seguro al amparo “do monte Penido.” Hoy, que se habla tanto de la espiritualidad de la tierra.., que nos lleva a descubrir “tú Presencia oculta en el don que nos regalas” te doy infinitas gracias por darme esa oportunidad de escuchar y saborear los sonido de la naturaleza: escuchar el sonido fuerte del viento, de la lluvia, del agua cantarina del rio y el bramido del mar; por escuchar, en las tardes apacibles, el canto del mirlo, del cuco y del paspayás, por contemplar la hermosura de la primavera en las praderas cubiertas de flores, que nosotras cogíamos para hacer con ellas el altar a la Virgen en el mes de mayo y cantarle: “Que hermosa sois oh Madre Inmaculada” Gracias, por la riqueza de ese universo tatuado en mi interior y que me lleva a contemplar en silencio orante tú Presencia plasmada en la belleza y la vida .
Gracias Señor, por la capacidad de intuición que has puesto en mí para descubrir y poner nombre, en los inquietos años de mi juventud, a lo que había detrás de mis inconformidades, de mis rebeldías. Por la fuerza vocacional de seguirte a ti Señor Jesús, por quien vale la pena dejarlo todo. Gracias por las personas que me ayudaron a dar esos primeros pasos: mi Familia, María José Rey, D. Luis, Dña. Marina.
Gracias Señor, por esta vocación que me has dado, por el don de vivirla como Hija de Cristo Rey con el carisma de José Gras y Granollers, por la riqueza de la espiritualidad que cada día me ayuda a buscar y centrarme en lo esencial. Por tanta riqueza que aportaron y aportan a mi vida las hermanas con las que he compartido y comparto actualmente este proyecto fascinante de seguirte a ti Señor Jesús que eres el Camino, la Verdad y la Vida.
Gracias Señor por la experiencia de América latina, por esos años en los que pude descubrir la riqueza que existe en la diversidad cultural y conectar con la reflexión de la Iglesia Latinoamericana a través de los documentos de Medellín, Puebla, Santo domingo, Aparecida y por haber compartido las reflexiones de la Vida Religiosa comprometida con la realidad colombiana.
Gracias, porque a través de la praxis del Evangelio aprendí a mirar el mundo desde la realidad del pobre, del excluido, de las víctimas.
Gracias, por estar cerca de tantas personas perseguidas por su compromiso con el Proyecto del Reino., algunas de ellas llegaron al martirio por ser “voz de los que no tienen voz” Ellos me enseñaron con su vida que la grandeza del amor y el valor de la entrega sin límites hay que vivirlo hasta las últimas consecuencias y, como María de Nazaret, mantenerse en pie, aunque nos sintamos vulnerables ante situaciones dolorosas o comprometidas que no se pueden cambiar.
Gracias, por mis hermaniñas y mis cuñados, que los considero hermanos, que con tanta generosidad apoyaron mi proyecto de vida en América latina, sin hacer reclamos en los momentos más duros y dolorosos de la familia cuando me necesitaban a su lado y no estaba.
Gracias, por toda la ilusión con la que preparaba mis viajes para el encuentro entrañable con mis sobrinos y que perdura y se mantiene en el tiempo y que ahora se prolonga en mis sobrinos Mario, Teo, Nicolás, Rosalía y Marcel que nos aportan tanta felicidad y alegría.
Gracias, por mis primos por mis amigos presentes y ausentes, por tantas personas con las que he podido conectar ser compañera de camino, y experimentar el valor de la amistad.
Gracias Señor por el Padre Carlos, que con su disponibilidad hizo posible la celebración de la Eucaristía.
Gracias por mis hermanas de comunidad, por esta oportunidad de crear y recrear cada día la fraternidad, de estar al servicio del Evangelio en esta realidad que nos abre cada día al encuentro gozoso de sentirnos hermanas compartiendo la riqueza de nuestra espiritualidad, carisma y apostolado.
Gracias mi Dios, por experimentarte como fuente de vida.
Gracias por tu amor y misericordia infinita.
“Eres luz, energía, calor
corazón, acogida y abrazo.” De Ti solo puede brotar amor.
“Te doy gracias por hacerme grito de sed.”
Tú me conoces Señor.
“Siento que soy frágil,
como un cuenco de barro abierto a la luz,”
en esta aventura de extender tu Reino
“Te doy gracias por ser gemido pobre,
en busca de Tu Rostro.”
Hna. Pilar Fernández Expósito hcr